Santiago Caruso
El artista de la oscuridad
Santiago Caruso
Quilmes, Buenos Aires, Argentina (1982)
La literatura fantástica, por sí misma, produce en nosotros pesadillas grotescas; nos hace habitar universos escabrosos y extender las capacidades de nuestra imaginación hasta límites desconocidos. Pero hay ocasiones en que dichos textos dialogan con un pincel, y entonces el impacto en nosotros aumenta. Texto e ilustración complementan el diálogo y nos sumergen en un deleite de formas, colores e ideas.
Hoy, nosotros podemos atestiguar el don de uno de los mejores ilustradores de los últimos tiempos. Un hombre que ha trabajado junto con magníficas editoriales como Páginas de Espuma, La Caja de Cerillos, Zorro Rojo, Editorial Valdemar, Fondo de Cultura Económica, entre otras. Él es Santiago Caruso, un artista que, sin duda, pasará a la historia como uno de los pintores más originales, inquietantes y prolíficos de la actualidad.
Caruso nació en Argentina, en 1982, y estudió en la escuela de Bellas Artes “Carlos Morel”, en Quilmes. Cuenta que, desde muy chico, descubrió en las historietas el gusto por la ilustración y por el arte gráfico como medio de expresión, por lo que comenzó realizando dibujos tipo cómic. No obstante, con el paso de los años, la experimentación en la técnica, la influencia de otros artistas e incluso el interés por otras disciplinas como la música o la literatura, lo llevaron a desarrollar un estilo más realista en cuanto al trazo, pero profundamente simbolista en cuanto al contenido. Las técnicas más recurrentes que ha empleado en sus obras son el esgrafiado (que consiste en raspar la capa de pintura aplicada sobre papel para revelar el color que hay debajo), el óleo (pigmentos mezclados con aceites), el acrílico (pigmentos mezclados con materiales plásticos) y el gouache (pigmentos diluidos en agua, semejante a la acuarela, pero con colores opacos).

En una entrevista con Diego Arandojo (Ver entrevista) Caruso menciona que, para él, “la oscuridad es lo que sostiene todo. Es más grande que todo lo que podemos ver y tocar. Todo lo otro que no es revelado en la luz. La oscuridad es el espacio de la pregunta”. A partir de esta aseveración, podemos comprender la absoluta concordancia que tiene el pintor con la técnica del esgrafiado: todo es oscuridad; es decir, la superficie del papel está cubierta por tinta (generalmente de color negro) y el artista nos revela poco a poco el escenario imaginado al rascar la tinta y mostrar el color que hay debajo. Este acto simbólico trae a colación lo dicho también por Miguel Ángel, el gran artista del Renacimiento, a propósito de la escultura: “vi al ángel en el mármol, yo únicamente tallé hasta que lo vi en libertad”.
La concepción que Santiago Caruso tiene sobre la oscuridad se ve reflejada en prácticamente todos sus cuadros en los que contemplamos seres fantásticos, tenebrosos o demoniacos, y habitamos paisajes lúgubres e infernales. Ya en varias entrevistas, Caruso ha mencionado que al utilizar un lenguaje oscuro y dramático en sus pinturas, su afán no es representar el terror por el terror, sino reflexionar en torno a lo trágico de la condición humana, a las injusticias o al dolor, y que es ahí en donde interviene lo fantástico. Lo que le interesa al ilustrador es la indagación psicológica, lo místico y lo simbólico. Y de ahí que sus ilustraciones no tengan una única interpretación, sino que se acerquen más a la “prosa poética”, si se tratara de literatura, como él mismo ha aseverado.
Su trabajo como ilustrador para diversas editoriales ha sido prolífico. Para Libros del Zorro Rojo ha ilustrado El horror de Dunwich (2008), de H. P. Lovecraft (de quien, dicen, es uno de los artistas que mejor han sabido interpretar de manera gráfica sus atroces narraciones); La condesa sangrienta (2009), de Alejandra Pizarnik (trabajo que representó un reto por la violencia de las escenas y, al mismo tiempo, la enorme calidad poética de la escritora argentina); El monje y la hija del verdugo (2011), de Ambrose Bierce, y El rey de amarillo (2015), de Robert W. Chambers.
Para la Editorial Valdemar, referente actual de publicaciones sobre literatura de horror y ciencia ficción, Caruso ilustró Los cantos de Maldoror (2016), del Conde de Lautréamont, la cual, según el artista, es posiblemente una de sus colaboraciones favoritas por la enorme fuerza del texto. Para el Fondo de Cultura Económica, no podemos olvidar las ilustraciones que realizó para los cuentos de nuestra querida cuentista y poeta mexicana Amparo Dávila, El huésped y otros relatos siniestros (2018); dos enormes huracanes creativos que se han fundido en una publicación de colección.
En 2017, Santiago Caruso diseñó y editó su propio libro de ilustraciones: Materia oscura, en el que recopila los trabajos realizados desde 2001. No sería un sorpresa que, gracias a su ritmo de trabajo, pronto tuviéramos una segunda parte. Pero Santiago no sólo realiza ilustraciones literarias. Su fascinación por la música también lo ha llevado a ilustrar portadas de discos para bandas como Stonegriff, The Organ Thieves, Tragic Culture y Bella Novela.
Por la complejidad y gran detalle de sus obras, uno podría pensar que su proceso creativo para crear un solo cuadro dura años, pero no es así: puede terminar una obra de gran calidad en cuestión de horas. Eso lo podemos constatar en las sesiones de pintura en vivo que suele hacer en cada gira que realiza a distintos países. En México, se ha vuelto ya tradición su visita al legendario bar Scary Witches, ubicado en la Zona Rosa (Ciudad de México), que evoca el ambiente gótico perfecto para un aquelarre de artistas. En dichos encuentros, Caruso suele invitar a un poeta y a un músico. Comienza a improvisar su pintura al tiempo que el poeta recita textos propios o de algún autor consagrado, y el músico acompaña generalmente con guitarra eléctrica, interpretando sonidos distorsionados que generan una atmósfera realmente inquietante, íntima, ritual. El cuadro queda terminado y, con la sencillez que lo caracteriza, el artista charla con el público, asegura que ha improvisado, que él mismo no tenía claro el resultado final, y que se ha dejado llevar por la ambientación, por el instante poético.
Para terminar esta breve apología a la obra de Santiago Caruso, me gustaría mencionar que en julio de 2019, la revista mexicana Penumbria publicó su cuento “El último profeta” (Leer el cuento). Como en sus obras pictóricas, este cuento también es digno de distintas interpretaciones. La plasticidad y la poesía son plasmadas ahora a través de la palabra escrita y nos muestran una faceta más del artista, una puerta que se nos revela en el laberinto de su mente, en el que no nos cansamos de dar vueltas, encontrar recovecos e indagar posibilidades que el inconsciente refleja en el espejo del arte. Ojalá sea este el inicio de Santiago Caruso como un escritor consolidado, y después podría ser escultor, músico, cantante… o lo que él quiera.
Su obra











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