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Lo monstruoso en la Ilustración:

de la superstición a la ciencia

La deformidad
y el morbo


Fernando Montoya

Quien visite el Museo de Historia Natural de Waldenburg, en Alemania1, se topará con una criatura de apenas unos centímetros de largo, denominada “hombre pollo de Taucha” (Hühnermensch von Taucha), que se conserva en un frasco. En medio de la frente tiene una protuberancia casi tan grande como el resto de su cabeza, que recuerda a la cresta de un gallo.

La mandíbula inferior es tan pequeña en relación con la superior que con suma facilidad puede interpretarse como un pico. Las manos terminan en unos dedos inusitadamente largos con uñas en forma de garra. Los pies, alargados y planos, presentan unos pulgares que parecerían garras.

El hombre pollo

El “hombre pollo” nació en un pueblo cerca de Leipzig en 1735 y murió poco después de su nacimiento 2. Su examen anatómico corrió a cargo del médico Gottlieb Friderici, que publicó sus resultados en un pequeño folleto 3. Friderici tuvo mucho cuidado para no destrozar el cuerpo de su objeto de estudio. Describió las desviaciones visibles y le pidió a un dibujante que pintara a esta criatura única. Tras conservar al “hombre pollo” en un frasco de alcohol, el médico entregó el monstruo a uno de los gabinetes burgueses de historia natural más famosos del siglo XVIII. La criatura se expuso en el gabinete situado en la planta superior de la botica de Leipzig hasta 1841, cuando la colección fue vendida y trasladada a Waldenburg.

Lo interesante de este caso es que el monstruo está situado en dos espacios diferentes de representación. Por espacio no debe entenderse exclusivamente un espacio real, como por ejemplo, un gabinete anatómico. El gabinete, al igual que un libro, o un dibujo, o una exposición anatómica, es una forma de representación gracias a la cual los objetos o fenómenos pueden crearse, exhibirse y explicarse como objetos o fenómenos científicos. Hay otros espacios de representación para los monstruos, algunos de ellos públicos como los espectáculos, las ferias y los circos. La historicidad de los monstruos estriba en el hecho de que nunca (al menos desde el siglo XVIII) se les localiza en un único espacio de representación. Los naturalistas y médicos ilustrados del siglo XVIII argumentaban que su propósito era liberar a los monstruos de la superstición y del prejuicio. 

El primer espacio de representación era el folleto y sus dibujos. Aunque Friderici confesó que nunca había visto antes un monstruo semejante, comparó este caso con cierto número de fenómenos similares recogidos en la literatura científica de la época. En 1737, mantuvo una posición minoritaria, puesto que estaba absolutamente en contra de la tesis de la “imaginación maternal”, de acuerdo con la cual una impresión o experiencia traumática padecida por la embarazada causaba la deformación del feto 4. Friderici discutió la teoría de la preformación y defendió una teoría epigenética de la generación 5. Partiendo del supuesto de que las deficiencias de los líquidos nutrientes de la madre eran responsables de la forma que había adquirido el “hombre pollo”.

El punto de vista en torno a los monstruos en el siglo XVIII estaba guiado por diversos conflictos y por las enormes dificultades para hacerse uno de ellos. ¿Deberían los monstruos ser diseccionados totalmente y así perderse para la exhibición, o deberían ser incorporados a una colección? ¿Se incorporaban a una colección privada o a una de la corte? ¿Quién tenía acceso a los monstruos y cuáles eran las estrategias para hacerse con ellos? ¿Cuál era la motivación que se escondía tras este negocio? ¿En qué medida se ponían en marcha criterios estéticos para la representación de los monstruos? ¿De qué manera se utilizaban los monstruos como instrumentos de discusión en los debates sobre el orden de la naturaleza y la generación?

A lo largo del siglo XVIII, San Petersburgo era un lugar en el que la mayoría de los aspectos relacionados con los monstruos se agrupaba bajo una lupa. No implica, sin embargo, que todo lo que se encuentre allí sea representativo del resto de Europa, pero cada uno de los aspectos puede observarse en un lugar u otro del continente. En 1704 y en 1718 el zar Pedro I promulgó dos órdenes según las cuales todos los partos monstruosos tenían que ser entregados a los pastores de la comunidad para que los enviasen al gabinete de Moscú o al de San Petersburgo. En 1755 Federico II de Prusia hizo pública una orden muy parecida. La notable diferencia es que Federico II no estaba interesado en los monstruos. El motivo de la orden obedeció más bien a una petición del anatomista Johann Meckel que solicitaba monstruos de partos humanos con el fin de diseccionarlos 6.

La tenaz competencia por los monstruos se hizo patente en un caso de 1780 7. Una comadrona informó al entonces catedrático de anatomía, Johann Gottlieb Walter, de que una mujer había dado a luz a un niño acéfalo provisto con garras en lugar de haber nacido con manos y con pies. También le contó que Christian Gottlieb Selle, catedrático de la Charité de Berlín, y médico habitual de Federico II, se había hecho cargo del monstruo y lo había incluido en la colección de la Charité. Walter le recordó a Selle la orden oficial, y le pidió el monstruo para someterlo a una disección, pero Selle se negó a entregar el espécimen. Ello llevó a Walter a escribir una carta oficial al director de la Academia de Ciencias solicitándole su apoyo en este caso. Para Joseph Louis de Lagrange, presidente de la Academia de Ciencias, no cabía duda alguna de que los derechos de la Academia tenían que defenderse. Sin embargo, conocía perfectamente las influencias que Selle tenía en la corte, así que lo mejor era evitar un conflicto. Tras estudiar la orden de 1755, informó a Walter de que ésta estaba dirigida estrictamente a Meckel y, por lo tanto, Walter no podía hacer uso de ella en su propio beneficio. Lagrange tomó esta decisión, aunque sabía muy bien que todos los médicos de Berlín y sus alrededores eran perfectamente conscientes de que los monstruos debían entregarse al catedrático de la Academia.

Este ejemplo muestra que los monstruos eran objetos muy deseados todavía en 1780. En tanto que objetos extraordinarios, era una cuestión de prestigio poder determinar quién los tenía a su disposición. Y finalmente, estalló el conflicto. Walter, como anatomista equipado con una notable y ampliamente conocida colección, estaba interesado principalmente en examinar y describir el monstruo, dar una conferencia en la Academia, publicar un tratado, o incorporarlo a su colección particular. Por su parte, Selle no tenía obviamente ninguna intención de diseccionar al monstruo para publicar sobre ello. Simplemente tenía curiosidad por el singular y extraño objeto y lo conservó en un frasco. Unos intereses, los de ambos anatomistas, que estaban ligados a distintas identidades profesionales.

Helen y Judith de Szony, las hermanas húngaras

Como ya se señaló, la razón para esta rivalidad tenía sus raíces en las dificultades que presentaba conseguir un monstruo, y aquí tenemos también otro conflicto fundamental: el existente entre padres y médicos. En los siglos XVII y XVIII, los anatomistas se quejaban a menudo de que los padres de las criaturas monstruosas no daban su autorización para la disección e insistían en un entierro convencional. Las iglesias aceptaban a estas criaturas como seres humanos y, si todavía estaban vivos después del parto, se los bautizaba antes de la muerte. El médico Friedrich Osiander, informó de un caso en el que un hombre que había perdido a su mujer y a un niño bicéfalo tras el parto, se resistió activamente a que Osiander se llevara el cadáver para su colección. El hombre decía que aquello era una “carnicería pecaminosa”. Tras el funeral, la tumba del niño fue vigilada durante un par de noches porque el padre temía que se robaran el cadáver. Osiander añadía que “la superstición, el perjuicio y la testarudez” eran los responsables de su comportamiento 8

Algo parecido tuvo lugar en Schwerin, en 1792. La mujer de un ayuda de cámara dio a luz a un niño bicéfalo. El parto fue tan difícil que la madre sólo sobrevivió gracias a la intervención del médico de la corte. Agradecida, le entregó el niño al médico, quien hizo público con orgullo el curioso objeto. Describió a los incompletos siameses (un niño y una niña) en términos estéticos y los comparó con la belleza de la madre. Evers le pidió a un pintor que retratara a este bello monstruo. El propio príncipe de Schwerin estaba tan fascinado que le solicitó al pintor una copia del cuadro para la colección de la corte. Meses más tarde, el médico quiso diseccionar al monstruo pero, para su asombro y disgusto, el príncipe le prohibió hacerlo, e insistió en incorporar el monstruo a su gabinete de historia natural. 

An Account of a Child with a Double Head, de Everard Home

Otra presentación estética de monstruosidades tuvo lugar en Viena, a finales del XVIII 9. Una ciudad que como San Petersburgo era también, aunque de diferente manera, un lugar para la exageración. En 1785 el emperador José II compró una colección de modelos de cera anatómicos y obstétricos a los anatomistas de Florencia, Paolo Mascagni y Felice Fontana. Habían preparado la colección con fines docentes, y José II también tenía en mente el que sirviesen de ayuda a los estudiantes de medicina de Viena. Las figuras de cera se pusieron en pedestales hechos de materiales preciosos y se colocaron en cajas fabricadas con maderas nobles. Los modelos femeninos se exhibían con una sensualidad erótica provocativa. La intocable belleza de una joven se reforzaba, por ejemplo, con una gargantilla de perlas, mientras que dentro de su abdomen abierto se le podían ver los órganos internos en un orden regular que ningún anatomista hubiera podido contemplar al natural. El cuerpo se muestra más allá de sus funciones normales y en un estadio anterior al momento de la descomposición. En esta atmósfera de la celebración estética, las figuras cera de los monstruos no fueron la excepción. En una figura, el rostro doble de Jano se asienta sobre un cuerpo de bebé perfectamente proporcionado. Otro monstruo (unos siameses incompletos unidos por el tórax y terminados en una enorme cabeza), muestran tal armonía simétrica que sugiere que la naturaleza ha creado un ser perfecto.

El aspecto a señalar, para cerrar, es que a principios del siglo XVIII, los monstruos constituyen un objeto de contemplación hermoso, porque eran el resultado de una naturaleza juguetona y astuta. A finales del siglo, sin embargo, los monstruos aparecieron como objetos bellos, porque toda deformación seguía ciertas regularidades naturales. La Naturaleza era activa y siempre perseguía algún propósito. Para mostrar esta nueva forma de belleza, las figuras de cera sirvieron de vehículo a la sensibilidad estética de los anatomistas. 

En consecuencia, el público cambió completamente. Mientras la agradable visión de los monstruos estaba reservada a cierto número de viajeros eruditos, que guardaban distancias con unos contemporáneos supuestamente ignorantes y supersticiosos, los objetos exhibidos en Viena fueron visitados por esos miembros de una sociedad que se entretenía igualmente con óperas de Mozart o con demostraciones frenológicas de Franz Joseph Gall. En conclusión, el uso científico y la exposición pública de monstruos en la época de la Ilustración formaban parte de valores y prácticas culturales diversas. La integración de los monstruos en un orden ilustrado fue un proceso al mismo tiempo teórico y práctico.

  1. El Museum Naturalienkabinett Waldenburg se encuentra localizado al sur de Leipzig. El museo cuenta con vitrinas que muestran animales disecados y seres extraños. Combina la colección de estudiosos burgueses de la familia de farmacéuticos de Leipzig del siglo XVII/XVIII. Hasta 1945, se agregaron otros conjuntos de objetos de historia natural y etnográficos.  ↩︎
  2. Para mayor información, consultar: https://nat.museumdigital.de/object/757002  ↩︎
  3. FRIDERICI, Gottlieb (1738): Monstrum humanum rarissimum recens in lucern editum in tabula exhibet simulque observationibus pathologist, Leipzig, 1738. ↩︎
  4. MOSCOSO, Javier (1996), Teratología e imaginación maternal, p. 465-472. ↩︎
  5. El preformismo concibe el desarrollo del embrión a partir de la existencia de un embrión preformado contenido en el espermatozoide o en el huevo; mientras que la epigénesis considera que éste se origina a partir del desarrollo de un principio amorfo, como consecuencia de los cambios que se producen con la fecundación. Para mayor información, consultar: FERRER CASERO, Eduardo (2016), Preformismo y epigénesis en la historia de la embriología, MEDISAN vol.20 no.9 Santiago de Cuba. ↩︎
  6. HAGNER, Michael (1999), “Enlightened Monsters”, en The Sciences in Enlightened Europe, Chicago; University of Chicago Press, pp. 175-217. ↩︎
  7. Esta historia se encuentra en NEICKELIUS, C.F. (1727), Museographia oder Anleitung zum rechten Begriff und nuetzlicher Anlegung der Museorum oder Raritaeten-Kammern, Leipzig. ↩︎
  8. HAGNER, (1999), pp. 175-217. ↩︎
  9. HAGNER, (1999), pp. 175-217. ↩︎

fernando Montoya

Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Deusto, Bilbao, España, y maestro en Filosofía Política por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus escritos han sido publicados en el Instituto de Investigaciones Sociales y en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; Instituto Matías Romero; en el ITAM; en la Universidad Iberoamericana, en Foreign Affairs, entre otros. Igualmente, en revistas de divulgación como Librerías Gandhi, Tierra Adentro y en Opera Mundi.

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