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No lo mires a los ojos:

el monstruo de la Laguna de Tagua-Tagua

Propaganda, caricatura y catalizador político


Fernando Montoya

El monstruo tenía unas alas enormes, cada una de ellas de más de un metro y medio de largo y se parecían a las de un murciélago. Su cuerpo, lleno de escamas, daba forma a un animal mezcla de ave, pez o culebrón. Pero lo más extraordinario es que contaba con dos colas: una le servía para enroscar los animales que cazaba y la otra era símbolo del demonio.

En su cabeza se destacaban dos tremendos cachos, como de medio metro de largo, cada uno, orejas puntiagudas, más grandes que las de un chivato. Tenía rostro de hombre, con bigote y un hocico ancho, de oreja a oreja, con unos dientes amarillentos de más de una cuarta de largo.

Buen público que con mirada sorprendida

Contempla éste monstruo en la pintura,

 Mírate a ti mismo: hecho de la vida.

Es tu retrato, hecho en París.1

Guillaume-Imbert de Bourdeaux, 1785

Hacer monstruos es una operación social. Nada hay de natural en ella: es una calculada tarea contra natura. Se trata de uno de los grandes frutos y, a la vez, una de las condiciones centrales de la reproducción social.  Disponemos de un amplio repertorio de monstruos destinados a poblar o custodiar los límites de la vida terrenal.

Los primeros que podemos encontrar nos remontan a la cultura griega, y su característica fundamental es la hibridación y la multiplicidad: centauros, sirenas, esfinges, gorgonas y arpías poblaban las historias de héroes y dioses. Así, cada ser híbrido era símbolo de poder, de una capacidad a la que los mortales eran ajenos. Las arpías, por ejemplo, seres maléficos con cuerpo de ave de rapiña o de serpiente, horrendo rostro de mujer u hombre y garras afiladas, llevaban consigo infortunios, mala suerte y tempestades. Eran la referencia más cercana a la etimología de la palabra “monstruo”: una advertencia enviada al mundo por las fuerzas sobrenaturales.2 Karl Kerenyi, en su obra “Los dioses griegos”, clasifica a las Arpías en el mismo lugar que las Erinias o las Furias: aladas, violentas, con grandes colmillos, repulsivas para los dioses del OIimpo y cuyo episodio más célebre fue la persecución hacia Orestes por haber asesinado a su propia madre, Clitemnestra. Una pintura así lo retrata: Orestes perseguido por las Furias (1850), de William-Adolphe Bouguereau.

El interés por las arpías en el siglo XVIII se extendió más allá de las anécdotas contadas en revistas y periódicos. A pesar de su temible apariencia, fueron moldeadas y apropiadas por un discurso intelectual, otorgándoles vestimenta de moda, decoraciones e incluso situándolas en escenarios de teatro.

Hasta al menos en la segunda mitad de ese siglo, las imágenes conservaron un componente tanto mágico como simbólico. Pinturas y litografías que recreaban seres mitológicos o fantásticos, como el Saturno devorando a sus hijos (1636) de Rubens, creaban un lenguaje gestual sobre el que, aún hoy, nuestra sensibilidad articula sus juicios sobre la maldad o lo intolerable.

A mediados del XVIII, en España, Francia e Inglaterra, comenzó a correrse el rumor de una arpía capturada en las lejanas tierras de América. Se trataba, según el periódico francobritánico Courier de l´Europe (aquel por haber sido famoso en publicar la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, en 1776), del monstruo de la Laguna de Tagua-Tagua en el pueblo de San Vicente, Chile, aún territorio del virreinato español.3 La fama fue tal, que el periódico europeo dedicó, con éxito, diversos números al monstruo de Sudamérica, el cual describía como bestia de más de tres metros de alto, con barba y melena, cuernos de toro y alas de murciélago. Los testimonios señalaban, además, que la bestia era tan fuerte que con sus enormes garras capturaba a una vaca mientras enrollaba a un cerdo con una de sus dos colas.4

Los acontecimientos políticos de la década de 1780 hicieron uso entonces de estas criaturas ambiguas, jugando con su potencial alegórico en parte derivado de la mitología para caricaturizar a ministros y reinas destructivos. En la medida en que socavaba la autoridad y legitimidad de la élite, la arpía funcionaba como un catalizador del proceso político, por ejemplo, de la Revolución Francesa, tanto como lo fue en el desarrollo de la moda, el discurso científico y la difusión de la literatura impresa, antes de la toma de la Bastilla. 

«Este monstruo ha sido hallado en el Reino de Santa Fé en el Perú, en la provincia de Chile, en el Lago de Fagua» (muy probablemente Tagua). Se lee que salía por las noches a alimentarse de animales, hasta que fue reducido por un grupo de hombres que le tendió una trampa. Más tarde, el propio virrey habría supervisado su traslado a Honduras. Luego, iría a La Habana, las Bermudas, las Azores y Cádiz, para llegar a los aposentos de la Familia Real. 

Lo cierto es que no existe evidencia de que tal bestia haya llegado a esos lugares, lo que presupone que las fake news hicieron de la suyas. Incluso hubo una teoría más inclinada a la política y que contaba la leyenda de don Juan Próspero de Elzo (de quien contaremos líneas más adelante), cruel “Encomendador de indios” y vilipendiado por los lugareños, quien se convertía a la luz de la luna llena en el monstruo de Tagua-Tagua. Cuando aquella bestia fue atrapada, sorpresivamente el Encomendador desapareció de su hacienda por largos meses, tiempo que duró la extradición de la criatura por España y Francia, según narra el Courier.

Año de 1784, San Vicente de Tagua-Tagua, Reino de Chile.

Este horrible Monstruo aparecido a principios de este año de 1784 en la Laguna de Tagua, en la estancia de don Próspero Elso en el Reyno de Chile y que hacía muchísimo daño comiendo cuanto animal iba a beber a la laguna, hasta que con mucho silencio le esperaron 100 hombres con bocas de fuego [refiriéndose quizás a fusiles, pistolas o mosquetones] y lo cogieron vivo…5

La leyenda local comienza a partir de lo narrado en el grabado de 1784. La criatura descrita se refiere al monstruo de la Laguna de Tagua-Tagua (hoy desaparecido) y que horrorizó a la población de San Vicente, en Chile. Hasta hace unos años, su imagen fue rescatada del olvido y mostrada en escena en tres libros del imaginario literario: “Monstruos y otros seres imaginarios”, Biblioteca Nacional de Madrid, año 2000 (del cual sólo ilustra la portada); “The mere-monster of Lake Tagua-Tagua. Monster Mania and Court Intrigues in the Eighteenth Century”, año 2018, de Katharina Van Cauteren, curadora de arte de Bélgica que retrata al monstruo desde una perspectiva de manipulación política, y “El monstruo de Tagua”, año 2023, de Carlos Carvajal Barahona, cuyo trabajo historiográfico pretende desmitificar al monstruo y acomodarlo como una figura perteneciente a leyendas europeas, no locales. 

Tras encontrarse la lámina en España, el monstruo compite ahora, de igual a igual, con otros fantásticos seres mitológicos. Bajo el dibujo, se puede leer que el monstruo apareció “en la estancia de don Próspero Elso […] tiene tres varas y media de largo6 [algo así como tres metros y medio] y la cola es mucho mayor que el cuerpo; las piernas tienen cerca de un cuarto, pero las uñas son mucho mayores; la melena de la cabeza llega hasta el suelo, de modo que se le enreda a los pies. La cola superior la juega con mucha liga y adonde quiere, sirviéndole de mano para asir la presa; los dientes son de 30 centímetros de largo y la boca es del ancho de la cara; las astas son de una vara y media muy bien torneadas y finalmente las orejas de tres cuartos de largo”.

Nótese, además, que se ofrece una dirección para poder ir a ver al monstruo: calle de Carretas N.º 8.

De acuerdo con diversas fuentes bibliográficas, a Juan Próspero de Elzo y Araníbar (ex Alcalde de Santiago) se le encomendó en 17817, por autorización del Virrey, el cuidado de los indígenas del pueblo de San Vicente8. Su mención resulta fundamental para entender la importancia de la leyenda pues, de acuerdo con diversas crónicas, don José fue un villano fue un “maltratador de indios” a quienes gobernaba como verdaderos esclavos. El cruel trato obligó a los nativos a huir de sus posesiones, suceso por el cual su nombre sería conocido en Europa y se colocaría como protagonista de los territorios donde asolaba la arpía. 

De José Próspero, la Real Audiencia (la cual se encargó de darle fama en España) decía sobre él:

… los yndios de el Pueblo de Taguataguas pertenecientes a la encomienda de Don Juan Prospero de Elzo: por tratarlos como a esclabos, azotarlos malamente, y sin causa alguna, no permitiendoles el tiempo necesario para cosechar sus cementeras, de que se origina el que se pierdan raciones, ni aun en el tiempo, que los tiene ocupados en su servicio, sino unicamente el pedaso de carne, o de cecina de la que se cuesse en el caldero sin condimento alguno ni grano, que supla la falta de pan, que jamas se les da de que resulta que mientras los yndios estan trabajando en la acienda perecen sus mugeres, y sus hijos por no tener que comer, y que se hallan todos tan, ostigados, que intentan desamparar el pueblo.9

Posiblemente, la leyenda que dio origen al monstruo fue el reflejo de las supersticiones, los temores, las pesadillas y las angustias de los habitantes de la época; o bien, de algún animal exótico, pues, después de todo, no ha sido la primera vez que se sospecha sobre la existencia de seres fantásticos en aquella zona. Los hallazgos arqueológicos han sido encontrados de forma eventual por los habitantes, ya sea en labores agrícolas, de mejoras a sus viviendas o en sus propios patios y huertos. De esta manera, se han hallado osamentas de ocho mastodontes, además de caballos y ciervos. Incluso, la hoya de la Laguna presenta diversos sitios arqueológicos en lo que se constituía como borde y cerros aledaños, que datan de más de 8 mil años de antigüedad10.

De hecho, los cronistas recuerdan que en la Laguna, drenada en la segunda mitad del siglo XIX11, eran característicos los chivines: islotes flotantes conformados por una espesa y firme red de raíces, tan resistentes que hasta podían soportar el peso de una vaca. Engañados por el gran tamaño de algunas de estas pequeñas islas, el ganado se subía a ellas para pastar y pronto se daban cuenta que la tierra en que pisaban había sido llevada por la corriente sin poder escapar. En la lógica contraria, la superstición de los lugareños afirmaba que el monstruo arrastraba las reses laguna adentro, ante la oscuridad de la noche, divisando la silueta de un horripilante engendro. 

El monstruo tenía unas alas enormes, cada una de ellas de más de un metro y medio de largo y se parecían a las de un murciélago. Su cuerpo, lleno de escamas, daba forma a un animal mezcla de ave, pez o culebrón. Pero lo más extraordinario es que contaba con dos colas: una le servía para enroscar los animales que cazaba y la otra era símbolo del demonio. En su cabeza se destacaban dos tremendos cachos, como de medio metro de largo, cada uno, orejas puntiagudas, más grandes que las de un chivato. Tenía rostro de hombre, con bigote y un hocico ancho, de oreja a oreja, con unos dientes amarillentos de más de una cuarta de largo. Era la mismísima figura de don Juan Próspero.12

La última característica que describe el anterior párrafo, es el parecido con el dueño de las tierras donde habitaba el monstruo. El autor anónimo del grabado de 1784 lo hizo pensando en adjudicarle la cara del Encomendador de San Vicente, sugiriendo que el monstruo podría ser él, habitando esas tierras americanas. Así, la fama maltratadora de un oficial español designado por el virrey, se transforma en una potente imagen que, leyéndolo así, funcionaba para denostar la figura de poder y que era de uso muy común en el siglo XVIII: la imagen del emperador, el rey o el militar caricaturizado o deformado en grabados, a manera de compararlos con monstruos destructivos, causantes de miedo y pavor entre las personas13. Las imágenes y descripciones de la arpía funcionaron gracias a la fascinación por las maravillas del Nuevo Mundo.

¿Qué nos deja esta historia? Una mezcla de imaginación popular, abuso de poder e interpretación de la naturaleza. La arpía de la Laguna de Tagua-Tagua nos muestra que los monstruos viven agazapados en la memoria y, de pronto, sin que sepamos cómo, se manifiestan ante nosotros con su inmenso poder de evocación y nos ponen en contacto con las ocultas regiones del ingobernable mundo de la imaginación o con las zonas sombrías de dominio misterioso de la naturaleza.

Los lugareños de la Laguna de Tagua-Tagua apuntaban que más allá de la devoción de la arpía por devorar ganado, había otra razón más aterradora para cazarlo: el poder de sus ojos. No dirigirle la mirada, so pena de ser llevado a las profundidades. Sin embargo, contrario a ello, no hay más que mirarlo a la cara para conocer cuál es el orden que presupone y cuál es el lenguaje que lo margina. Al mirar los monstruos, nos hablan de lo que no somos y de lo que podríamos ser, pues transitan los bordes entre lo permitido y lo prohibido, advirtiéndonos sobre los peligros del vivir, las errancias del pensar y las incertidumbres de la libertad.

*Imágenes obtenidas de la Colección De Vinck, disponibles para libre consulta en la Universidad de Stanford: https://exhibits.stanford.edu/
  1. Guillaume-Imbert de Bourdeaux, “Énigme sur le Monstre du Chilly”, en La Chronique scandaleuse, vol. II, París: 1785, p. 266. ↩︎
  2. La palabra monstruo viene del latín monstrum a través de una forma vulgar monstruum. Esta, a su vez, se deriva del verbo monere, que significa “advertir”. ↩︎
  3. Meurger, Michel; Gagnon, Claude (1988). Lake monster traditions: a cross-cultural analysis. Fortean Tomes, p. 277 ↩︎
  4. “Heretofore Considered Legendary:” The Harpy of 1784 and Meanings of Monstrosity in Eighteenth-Century France”, por Phillipe Halbert, The College of William and Mary, 2011. ↩︎
  5. Biblioteca Nacional de España, Monstruo aparecido en 1784 en la laguna de Tagua, en la estancia de Próspero Elso, en el Reino de Chile, Anónimo español s. XVIII. Disponible para consulta en: https://datos.bne.es/edicion/a5428625.html ↩︎
  6. Chile había utilizado desde el virreinato (siglos XVI) un sistema de medidas compuesto por varas, pies, entre otros. En 1848, se aprobó una ley​ formalizando el sistema métrico decimal, definiendo así la unidad fundamental: la vara, en base al metro (1 vara = 836 mm). Para mayor información, consultar: https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/32865/anguita18480129.pdf ↩︎
  7.  El “encomendador”, de acuerdo a la Real Academia Española, se describe como una “persona que por concesión de autoridad competente tenía indios encomendados” ↩︎
  8. Luis Amesti Casal, Historia de Colchagua. Tomo I. Las Casas Troncales, Imprenta Univeristaria, Santiago, 1926; Juan Luis Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1967. ↩︎
  9. Citado en “Perspectivas de Investigación Arqueológica a partir de los Resultados del Estudio Etnohistórico Sistemático de una Región de Chile Central”, por Viviana Manríquez S. y Maria Teresa Planella O, publicado en Actas del 2° Taller de Arqueología de Chile Central (1994). Para mayor información, consultar: https://www.arqueologia.cl/actas2/manriquezyplanella.pdf ↩︎
  10. Silva Penroz, C. (2011). Instituto de Investigación Arqueológica Tagua Tagua. Disponible en:  https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/111649 ↩︎
  11. “El monstruo de Tagua”, Carlos Carvajal Barahona, Editorial Primeros Pasos, 2023. ↩︎
  12. Así lo describe Patricio Lobos, historiador y autor del libro “Leyendas de San Vicente de Tagua Tagua”. Para conocer la opinión del autor, visitar el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=EDEPBlP_GZ8 ↩︎
  13. Por ejemplo, nos referimos a la propaganda francesa contra Catalina la Grande (1791), y que era caricaturizada en grandes proporciones. ↩︎

fernando Montoya

Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Deusto, Bilbao, España, y maestro en Filosofía Política por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus escritos han sido publicados en el Instituto de Investigaciones Sociales y en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; Instituto Matías Romero; en el ITAM; en la Universidad Iberoamericana, en Foreign Affairs, entre otros. Igualmente, en revistas de divulgación como Librerías Gandhi, Tierra Adentro y en Opera Mundi.

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