La sustancia
Hiperrealismo, distopía y body horror
¿Qué tanto te odias?
Distopía, hiperrealismo gráfico y sonoro, destellos, colores vibrantes y cuerpos perfectos al estilo Hollywood, es la analogía ideal para el miedo del siglo: envejecer. Hay que decir que se trata de un miedo occidental, y muy particularmente estadounidense, en donde no hay lugar para la vejez:
si no puedes consumir y producir frenéticamente, no encajas en su sistema económico. Te vuelves desechable.
En este filme dirigido por Coralie Fargeat (2024), vemos a Demi Moore a sus 61 años (1962), que interpreta a Elisabeth Sparkle, una instructora fitness. El canal busca una imagen joven, y opta por despedirla.
La participación de Demi como coprotagonista no pudo ser más acertada, justamente por tratarse de una de las sex symbols más sobresalientes de los noventa, quien ahora experimenta en la vida real el envejecimiento natural y el conflicto de luchar contra la competencia de actrices jóvenes. Por tanto, es un papel demandante y retador física pero, sobre todo, psicológicamente, mismo que la ha puesto de nuevo en los reflectores como la gran actriz que es.
En su afán por seguir vigente, Elisabeth contrata una droga que replica las células y promete una versión más joven y “mejor” de sí misma. Las reglas son que, sin excepción, la versión matriz estará activa una semana y deberá hacer el cambio con la versión joven a la semana siguiente. Esto es necesario para mantener el balance y que la “experiencia” siga su curso sin efectos secundarios. Por supuesto, como buen ser humano, la versión joven no tiene suficiente y rompe el balance en un intento descontrolado por ser más famosa, cumplir su sueño y ser admirada por todo el mundo al aparecer en la transmisión televisiva de año nuevo. ¿Cuál es el precio? Destruir el cuerpo original, la matriz, consumirlo para obtener de él lo necesario para seguir activa durante el tiempo que no le corresponde.

Esa es justamente la primera premisa de la película: sacrificar el futuro, una vejez sana, con tal de permanecer un instante más en la diversión, el exceso y el desenfreno. En la historia se muestra de una manera más que evidente, brutal y despiadada. La versión joven, Sue, no lo piensa dos veces para consumir su propio cuerpo futuro con una actitud de extrañamiento. La vejez le parece repulsiva, inútil, desechable. No le importan las consecuencias.

Hiperrealismo. Shiny and new. Sparkle
Uno de los recursos más notables de la película es el diseño de producción y el diseño sonoro. Desde el comienzo, podemos ver colores vibrantes, una tipografía enorme, recta y blanca, decoración elegante y un minimalismo frívolo. Todo el tiempo, nuestros sentidos son exaltados con un hiperrealismo sonoro y visual en donde por poco podemos sentir la piel de las protagonistas, los fluidos y los instrumentos quirúrgicos que utilizan. Esto no se trata sólo de una decisión estética, sino que el trasfondo tiene que ver con una cultura estadounidense capitalista, en la que se aprecia lo nuevo, lo pulcro, la juventud, la piel suave y limpia, sin imperfecciones, los tonos brillantes, los cuerpos delgados, el éxtasis visual.

El apellido de la protagonista es Sparkle, que se puede traducir justamente como brillante, centelleante. En esta cultura estadounidense, no hay lugar para el misterio, para lo sensual o lo sutil, todo es un asalto a los sentidos, saturación y exceso, pues no hay tiempo que perder. Si no se consume hoy, mañana es demasiado tarde.

En nuestra sociedad occidental actual, rendimos culto a lo nuevo. Instagram llegó para ser la red en donde, en un inicio, compartíamos fotografías de nuestros platillos suculentos. Posteriormente, videos de gente desempacando productos nuevos, sólo por el gusto de oler, sentir y atestiguar un artículo que no ha sido tocado por lo humano, que no ha sido contaminado por la inmundicia terrenal. La cultura occidental actual es la cultura del hiperrealismo, en donde buscamos cada vez más pixeles en la pantalla, más calidad de audio, sistemas de realidad virtual que involucren todos los sentidos, experiencias sensoriales más poderosas, a través de drogas si es preciso. Más. Más. Más.

¿Quieres parar?
El filme también es una buena cátedra de narratología. Al personaje se le presentan las reglas del juego y se le pone a prueba. Hay una línea telefónica para ponerse en contacto con los proveedores del servicio. Elisabeth se queja diciendo que su versión joven no está respetando el balance. Recuerda que no hay “otra”, eres tú misma, le repiten. Y entonces se le pregunta si quiere detener la experiencia, con la premisa de que una vez que acepte, no hay vuelta atrás, no se puede retractar. Y Elisabeth opta por continuar, dejando en claro que, a pesar del sufrimiento, prefiere vivir el sueño que siempre quiso.

Ante el panorama desolador, el propio filme nos da solución: para seguir disfrutando de la experiencia (de vida sana) debes respetar el balance. Así como en el mundo real, la plenitud está en el equilibrio emocional, físico y económico. “¿Estás respetando el balance?”, se le pregunta a Elisabeth (a nosotros). “No”, contesta. “Entonces, hazlo”. Así de simple.

Porque me odio
¿Por qué Elisabeth quiere volver a ser joven, más allá de la fama y los reflectores? La respuesta la expresa ella misma: porque se detesta. Y, por tanto, su versión más joven también la detesta, al grado de hacerla sufrir y volcar toda su frustración sobre sí misma. ¿Nos hace sentido? Las exigencias del mundo actual nos orillan a dedicar nuestra vida al trabajo, a engullir comida chatarra, consumir productos instantáneos (no sólo en la alimentación, también en el entretenimiento) y, además, a morirnos de ansiedad por disfrutar y divertirnos mientras somos jóvenes. Por tanto, la vejez se vuelve el horror más profundo. Pero todo esto es únicamente una postura económica. En culturas indígenas de nuestro propio país y de distintas partes del mundo, la vejez es un estado de sabiduría y máximo respeto, en donde se ha alcanzado la madurez, la experiencia y el honor de haber sorteado las dificultades de la vida con dignidad e inteligencia, sabiendo disfrutar los pequeños placeres y respetando el cuerpo como para haber logrado llegar a una edad avanzada.
Body horror, la sátira
La moraleja de la historia se nos muestra al final, con un bello despliegue de body horror en donde la directora estira la liga y vuelve a dar una cátedra tanto de dirección como de narrativa y creatividad, al hacer lo que su santa voluntad le dictó. Monstro Elisasue surge de una Sue totalmente fuera de sí y todo se convierte en una tragicomedia sin parámetros ni límites en donde queda claro que este culto a lo superficial está profundamente podrido en el interior. El sentimiento real de una persona interesada en la apariencia es el de un monstruo rechazado por la sociedad, sin cariño, cayéndose a pedazos, pestilente y con un rostro que grita eternamente, horrorizado.
El cierre magistral no es sino un vómito histérico producto de un sistema insostenible de violencia, machismo, sexismo, hipersensibilidad y perfume que intenta esconder el tufo de podredumbre por la falta de respeto hacia el propio cuerpo, hacia la naturaleza y la dignidad de la propia vida.
Películas y libros con los que dialoga La sustancia
Infinity pool (Dir. Brandon cronenberg, 2023)
Un grupo de personas adineradas puede permitirse la clonación, y comienzan un juego eterno en donde se destruyen a su doble de las maneras más violentas y sanguinarias posibles, hasta convertir el experimento en un circo de autodestrucción infinito. Lo más interesante es la sensación de provocarle daño, por propia mano, a nuestro clon, y las implicaciones psicológicas de este deseo de extrañamiento y violencia hacia un ser idéntico a nosotros. ¿Qué nos haríamos si nos tuviéramos enfrente? ¿Nos golpearíamos? ¿Nos besaríamos? ¿Nos repeleríamos? Pero, sobre todo, ¿cuál sería el motivo de cualquiera de las opciones que elijamos? En La sustancia observamos una escena hiperviolenta del odio de la protagonista hacia sí misma, y eso es reflejo de lo que ha ocasionado tanto la educación y el contexto en el que creció, así como la gran presión de la sociedad para convertirse ella misma en un producto de consumo.

Frankenstein (Novela, Mary Shelley, 1818)
La ambición pervierte la naturaleza. Esa podría ser una de las premisas de Frankenstein, y funciona también con La sustancia. No es gratuito que la criatura final (en ambos casos), después de un proceso de autodestrucción y ambición obsesiva, termine siendo un monstruo al que la sociedad rechaza. El doctor Frankenstein, en la novela de Shelley, crea por la ambición de probar que puede hacerlo, más allá de brindarle amor a una criatura, y produce un ser de naturaleza perversa, deforme, cuyo abandono producirá, a su vez, rechazo, violencia y frustración.

Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Novela, R. L. Stevenson, 1886)
En concordancia con la novela anterior, esta obra de Robert Louis Stevenson trata de una sustancia que induce a su protagonista a ser violento, totalmente aborrecible. Pero la premisa es clara: la sustancia no “convierte” o “transforma” a la persona que la consume, únicamente deja salir lo que ya estaba dentro de la persona. Potencia su efecto. Así como lo vemos en la película La sustancia, Elisabeth, Sue y Mostro Elisasue siempre fueron la misma persona, con el mismo sistema de valores, pero en distintas etapas de la vida, con distintos aprendizajes.

Barbie (Dir. Greta Gerwig, 2023)
En un repaso al discurso feminista, Barbie es un ejemplo perfecto para hablar del contraste entre ser una muñeca de medidas y apariencia perfecta, de acuerdo con el modelo occidental patriarcal, y el empoderamiento femenino, en el que la mujer toma decisiones sobre su carrera, su cuerpo, su economía, su empleo y sus ideales. Barbie presenta el envejecimiento y la muerte como un proceso natural de la vida, y no como una condena, así como nos lo muestra La sustancia, o como nos lo mostró en su momento la propia Barbie, años atrás, con un discurso de perfección física eternamente joven, delgada, adinerada y rubia. Parte de los grandes aciertos que tuvo Barbie fue justamente dar la vuelta al discurso consumista y machista para criticarlo y reivindicar el entendimiento de la vida desde la infancia, con un modelo incluyente y realista del cuerpo y la libertad femenina.

The Outside (Dir. Emma Tammi, 2022)
No podíamos dejar de mencionar este cortometraje incluido en la antología “Gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro”, que nos habla justamente de un producto cosmético a través del cual una joven introvertida y desinteresada respecto a las apariencias y la superficialidad, sucumbe ante la presión social y la mercadotecnia para convertirse en una persona frívola, pero aceptada en el ambiente consumista. Así como en Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el producto cosmético no tiene particularmente un poder sobre la persona. Es el hartazgo, la cotidianidad, la violencia psicológica, la presión social y las propias aspiraciones de la persona lo que salen a relucir a través de cualquier pretexto. En este caso, una crema para la piel.

El cisne negro (Dir. Darren Aronofsky, 2010)
Un ejemplo más para cerrar esta breve lista de obras con las que dialoga y expande el discurso La sustancia. En El cisne negro (así como en distintas películas del tipo), vimos al clásico profesor que busca la perfección en sus alumnas, a través de una dinámica de abusos y violencia tanto física pero, sobre todo, psicológica. En ambas historias somos testigos de lo que la presión y la violencia machista puede provocar: la destrucción de un ser humano en sus distintas esferas. Siempre más delgada, siempre más joven. Siempre desechable. Si tú no puedes, hay una larga fila de chicas que matarían por estar en tu lugar. ¿Estás dispuesta?

El ciclo se cierra: la estrella en el paseo de la fama
El inicio y el final de la película muestran la estrella de Elisabeth Sparkle en el paseo de la fama de Hollywood. Esta estrella cuenta su propia historia y hace el remate de la moraleja: el tiempo transcurre y el ser humano transita: es una criatura curiosa, torpe, móvil, vulnerable, despreciable, fascinante, impresionante y mortal. Es un organismo que se degrada. Sólo lo inerte prevalece, y es espectador del caos de este universo.


Acerca de la obra
PELÍCULA
Nombre: The substance (Reino Unido, Francia 2024, 141 minutos)
Directora: Coralie Fargeat
CASTING

Demi Moore
Elisabeth Sparkle

Sarah Margaret Qualley
Sue

Dennis Quaid
Harvey





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