Lo siniestro según Freud
¿Qué dice el psicoanálisis sobre lo espeluznante?
Origen semántico, estético y psicológico
Considerado el padre del psicoanálisis, el austriaco Sigmund Freud (1856-1939), escribió en 1919 el ensayo titulado Das Unheimliche (Lo siniestro), en donde reflexiona sobre el término y su concepción desde la perspectiva psicoanalítica. Freud parte del significado del término en distintos idiomas,
así como del estudio por parte de expertos en psicología como E. Jentsch o filósofos como Schelling. Pero, sobre todo, este ensayo es reconocido por el detallado análisis literario que Freud realiza sobre el cuento “El hombre de arena”, de E. T. A. Hoffmann, a quien consideró el maestro de lo siniestro en la literatura.
Semántica de lo unheimlich
Para comenzar a desmenuzar el concepto, Freud deja en claro que no hay una única acepción para lo siniestro, sino que, en cada tiempo, cultura, idioma, e incluso en cada individuo, la experiencia e interpretación de lo siniestro es distinta.
En su análisis, Freud parte de la semántica y observa la equivalencia de unheimlich en otros idiomas y, por tanto, en la manera tan distinta de entender lo siniestro en otras culturas, desde su uso de la lengua. Algunas de las equivalencias que observa son las siguientes:
- En latín, locus suspectus: un lugar siniestro
- En griego, ξένος (xénos): extranjero, enemigo, extraño, desconocido
- En inglés, uncomfortable, uneasy, gloomy, ghastly: incómodo, inquietante, sombrío, horrible. Respecto a una casa, haunted: embrujada
- En francés, inquiétant, sinistre, lugubre, mal à son aise: inquietante, siniestro, lúgubre, incómodo
- En árabe y hebreo, unheimlich coincide con demoniaco y espeluznante
- En español: siniestro, lúgubre, sospechoso de mal agüero
Como podemos ver, en cada lengua la semántica es distinta. Cada palabra que se utiliza para definir lo siniestro remite a su vez a conceptos alejados. Mientras en griego puede referir a un extranjero o enemigo, en inglés y francés hace referencia a una sensación o situación incómoda, un aspecto más bien físico de la experiencia.
En alemán, unheimlich es antónimo de heimlich y heimisch (íntimo, secreto, familiar, hogareño, doméstico); así, unheimlich sería lo siniestro desde lo desconocido o lo no familiar. Sin embargo, nos dice Freud: no todo lo que es nuevo o desconocido es siniestro, por lo que hay que dar un paso más en el análisis de este concepto.
Lo siniestro desde la estética
Habiendo partido de la lengua, nos adentramos ahora en el concepto de lo siniestro desde la experiencia del individuo. Freud nos dice que lo unheimlich forma parte de un sector de la estética, entendida como la ciencia de las cualidades de nuestra sensibilidad. Por tanto, lo siniestro es evocado en gran parte por una experiencia sensorial; algo espantable, angustiante o espeluznante es percibido primeramente por la vista, el tacto, el oído, etcétera, y es reconocido por nuestro raciocinio como algo no familiar o desconocido.
El ejemplo perfecto de una experiencia siniestra, nos dice Jentsch, a quien Freud cita en su ensayo, sería “la duda de que un ser aparentemente inanimado, sea en efecto viviente; y a la inversa: de que un objeto sin vida esté de alguna forma animado” (p. 5). El cine y la literatura están plagados de este recurso para provocarnos la experiencia de lo siniestro: manos cortadas que deambulan, muñecos poseídos, objetos que se mueven por sí solos, muertos vivientes, así como la demencia o las crisis epilépticas (debido a los temblores o movimientos involuntarios en la persona). En este ensayo de Freud, el ejemplo por excelencia de la experiencia siniestra que retomó fue Olimpia, la hija autómata del profesor Spalanzani en el cuento “El hombre de arena”, de E. T. A. Hoffmann.

*Tanto en el ensayo de Freud como en este mismo texto, hay spoilers necesarios sobre el cuento, para poder abordar los elementos siniestros que lo componen. Si aún no lo has hecho, puedes leer el cuento (en esta liga) y, posteriormente, volver a este ensayo para no arruinar la unidad de efecto.*
Esta famosa historia de Hoffmann trata sobre los miedos de Nataniel desde pequeño, cuando el abogado Coppelius visitaba su casa y él lo relacionaba con una leyenda que le contaba su cuidadora sobre el hombre de arena. La leyenda cuenta que dicho personaje arroja arena en los ojos de los niños que no quieren dormirse, haciéndolos brotar de sus órbitas para, posteriormente, llevárselos y dárselos de comer a sus hijos. Además de ser atormentado por esta leyenda, Nataniel sufre el trauma de la muerte de su padre durante su infancia.
Años después, Nataniel compra un catalejo de bolsillo a un óptico ambulante italiano llamado Giuseppe Coppola. Con dicho artefacto, observa a Olimpia, la hija del profesor Spalanzani, y cae enamorado. No obstante, ya hacia el final de la historia, Nataniel se da cuenta de que Olimpia no es real, sino una autómata; un artefacto muy sofisticado pero, al cabo, sin alma propia. Derivado de la fuerte impresión, cae en la locura y, finalmente, muere de manera violenta.

de Léon Bakst.
Lo siniestro desde el psicoanálisis
A partir del cuento, Freud nos dice que “ninguna mutilación espanta tanto como la de los ojos” (p. 7), y que esta mutilación es un sustituto de la angustia de castración, concepto que retomará constantemente a lo largo de sus trabajos (recordemos el complejo de Edipo, quien justamente se saca los ojos al descubrir que cometió incesto con su madre). En el cuento, tanto la leyenda del hombre de arena como el hecho de que le comprara un catalejo precisamente a un óptico, nos remite a los ojos como ventana hacia la experiencia siniestra. La vista, además, es el sentido más importante para el ser humano, pues un 80 % de las impresiones que percibimos son a través de los ojos. En Nataniel, el hecho de haber percibido algo familiar (una joven Olimpia), posteriormente se convirtió en unheimlich al darse cuenta de que la chica no era un ser viviente, y todo esto sucedió a través de la vista.

Otras situaciones que evocan lo siniestro en el ser humano, de acuerdo con Freud, son:
- Las coincidencias sorprendentes o el retorno de lo semejante, lo cual es fácilmente atribuible (por la poca probabilidad de que suceda) a una especie de magia o fuerza sobrenatural
- La inmediata realización de deseos
- Cuando complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión exterior (como sucede en el cuento, cuando Nataniel relaciona la muerte con la leyenda y la pérdida de los ojos)
- Cuando convicciones primitivas superadas parecen hallar una nueva confirmación
Un dato fundamental que nos brinda Freud en este ensayo es que la ficción dispone de muchos medios para generar la experiencia de lo siniestro y potenciarla. Por ejemplo, en el cine se puede evocar con movimientos de cámara, música, colores, punto de vista, encuadre…); en la literatura, con descripciones, figuras retóricas, escenas imposibles en la vida real o la configuración de cualquier escenario angustiante. Existe, además, un pacto de ficción en el que el espectador se predispone para experimentar lo siniestro. En “El soldadito de plomo”, de Hans Christian Andersen, el hecho de que un juguete inanimado tenga capacidad de hablar y actuar, no resulta siniestro, pues sabemos de antemano que se trata de un cuento infantil. No obstante, las descripciones violentas, el ambiente y la trama del cuento de Hoffmann nos predisponen para experimentar lo siniestro.

Otro de los elementos fundamentales para comprender lo siniestro es la cita que hace Freud de Jentsch: “cuanto más orientado esté el hombre en el mundo, más difícilmente los sucesos le darán la impresión de lo siniestro” (p. 2). En la antigüedad, el desconocimiento de los fenómenos naturales como los eclipses solares o los temblores eran fácilmente atribuibles a los dioses o a fuerzas sobrenaturales, pero conforme el ser humano descubrió el argumento científico de tales fenómenos, la experiencia de lo siniestro por desconocido disminuyó. No obstante, hoy día el sentimiento de lo siniestro por lo desconocido se mantiene ante la inmensidad del espacio, ante la incertidumbre de seres extraterrestres que puedan habitar entre nosotros, que haya criaturas aún desconocidas en el abismo del océano, o incluso, como ya lo hemos experimentado, que haya virus y microorganismos capaces de acabar con nuestra especie rápidamente.
Para terminar de implantar el sentimiento de lo siniestro en el lector, Freud incluye una referencia a Schelling, para quien unheimlich sería todo lo que debía haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado.
Frente a lo espeluznante de la sentencia, nos surgen distintas dudas: ¿por qué aquello debía haber quedado oculto? ¿Qué ley, poder o ente determina lo que debe quedar oculto ante el ser humano? ¿Es que no somos capaces de soportar lo ominoso de dicha revelación? ¿Qué pasa, al final, si el ser humano se enfrenta de cara a lo desconocido?
Freud, además, se pregunta: ¿de dónde procede el carácter siniestro del silencio, de la soledad, de la oscuridad?

Responder a tales preguntas requeriría de un examen de conciencia por parte del individuo, para alcanzar a vislumbrar si lo siniestro responde a las creencias que nos ha heredado la cultura, nuestros padres, las películas o incluso la genética, pues también respondemos instintivamente a ciertos estímulos desagradables para preservar nuestra vida.
El ensayo “Lo siniestro” de Freud ha sido un punto de partida fundamental para analizar este sentimiento y su origen desde el psicoanálisis, pero tan sólo es la punta del iceberg en el afán de encontrar aquello que causa el sentimiento de lo siniestro. También habría que analizar qué de siniestro hay naturalmente en la esencia del individuo; qué de siniestro es provocado por la violencia de la sociedad, los gobiernos y las organizaciones (empresas, instituciones y grupos delincuenciales) y cómo opera la creación de lo siniestro de manera premeditada, como el caso de la ficción.
En este punto particular, el quehacer de lo siniestro en la ficción, más allá del divertimento o el afán por evocar lo violento, busca mostrar lo que “debía quedar oculto” por ser incómodo, precisamente para confrontar al ser humano y cuestionarlo; sacarlo de su zona de confort. ¿Qué nos hace apartar la vista y qué tanto de eso terrible reconocemos en nosotros mismos? El abismo y lo siniestro no se encuentran allá afuera, en el frío del infinito, sino en nuestra propia condición humana.
Referencias
Freud, Sigmund. (1919). Lo siniestro. https://www.ucm.es/data/cont/docs/119-2014-02-23-Freud.LoSiniestro.pdf
Hoffmann, E. T. A. (1816). El hombre de arena. https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Hoffmann%20_E.%20T.%20A.-EL%20HOMBRE%20DE%20ARENA.pdf





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